
Este fue el contexto de una institución educativa ubicada en el sur de Quito, donde hace dos años se instaló un sistema de impermeabilización acrílico con malla de refuerzo, una solución continua y flexible, adecuada para terrazas expuestas a lluvias frecuentes y radiación solar constante, condiciones propias del entorno urbano quiteño.
Durante una inspección preventiva, el equipo técnico de PYRCO detectó la presencia de fisuras en la losa de hormigón, aún sin manifestaciones visibles de filtración en los espacios interiores. No obstante, estas fisuras representaban un riesgo directo para la continuidad del sistema impermeabilizante y su capacidad de sellado.
Las fisuras, ya sean por retracción, asentamientos o movimientos térmicos, constituyen uno de los puntos más críticos en sistemas acrílicos si no se las trata correctamente desde la base.
Antes de aplicar cualquier sistema de sellado, se ejecutó una etapa fundamental que suele marcar la diferencia entre una reparación temporal y una solución técnica de largo plazo.
En primer lugar, las fisuras fueron abiertas de manera controlada mediante equipo eléctrico, con el objetivo de regularizar sus bordes y permitir una correcta penetración del material de sellado. Posteriormente, se realizó la eliminación total de polvo y partículas sueltas, y se selló la superficie, dejando el soporte listo para recibir el material elastomérico.
Este procedimiento garantiza una mejor adherencia, continuidad y desempeño del sistema de reparación.
Con la preparación completada, se aplicó un sistema de poliuretano, seleccionado por su elasticidad y capacidad de acompañar los movimientos naturales del hormigón sin fisurarse ni perder adherencia. Esta etapa permitió restituir la integridad del soporte antes de reinstalar el impermeabilizante.
Con las fisuras correctamente tratadas, se procedió a la reinstalación del sistema de impermeabilización acrílico con malla de refuerzo, devolviendo al conjunto su continuidad, estanqueidad y resistencia frente a radiación UV y lluvia.
Más allá de este caso puntual, la experiencia en obra deja una recomendación práctica para propietarios y administradores de infraestructura:
En condiciones normales, el sistema debe someterse a inspección y mantenimiento cada dos años.
Cuando la terraza presenta riesgos evidentes de falla (fisuras activas, desprendimientos, empozamientos frecuentes, juntas deterioradas o antecedentes de filtraciones), se recomienda una inspección cada 6 meses, con el objetivo de detectar puntos críticos a tiempo y prevenir ingresos de agua.
Este proyecto demuestra que el mantenimiento planificado no es un gasto adicional, sino una estrategia técnica y económica. La intervención oportuna evitó filtraciones, daños a acabados interiores y la interrupción de actividades académicas, aspectos críticos en una infraestructura educativa.
En ciudades como Quito, donde el clima exige soluciones confiables y un control constante, la conclusión es clara: impermeabilizar protege, pero mantener preserva.
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